Los días están preñados de mil preocupaciones que no dejan resquicio alguno para que podamos disponer de un espacio y un tiempo para el sosiego. Son demasiadas las demandas, las ocupaciones, los problemas que engullen nuestra atención y terminan por implicarnos a todos lo niveles. En medio de este caos quizá nos pueda salvar la disposición personal que tengamos para advertir los mil gestos de ternura que acontecen a nuestros alrededor y que salpican la vida con colores y olores. Abrazos, besos o caricias que llenan el aire de frescura y que al encontramos con ellos no pueden más que hacernos sonreír. Pareciera que se recrean en nuestra interioridad como un soplo que consolara el ardor que genera el trasiego de la rutina. Las personas podemos llegar a maravillarnos de cualquier cosa pero sólo aquellas que brotan de lo profundamente humano llegan a tocar directamente el corazón. Ahí es donde nos descubrimos a nosotros mismos y donde encontramos parte de la razón de ser que en ocasiones olvidamos.
Jose Chamorro