Uno de los grandes males que nos afectan tiene que ver con sacralización que se ha hecho de lo útil. Hemos construido una sociedad en la que sólo interesa aquello que pueda servir para algo. Otorgamos valor, considerándolas por tanto valiosas, a aquellas cosas o personas que aportan algo que es para beneficio común. Si esto no es así entonces podemos hasta despreciarlas pues generan pérdidas. Considero que debemos recuperar la actitud de agradecimiento por las cosas que hemos etiquetado de inútiles. Este es el caso de nuestros mayores, los ancianos. Personas que ya dieron laboralmente lo que debían y que ahora la sociedad las margina porque consideran que no valen para nada. Pero nada más lejos de esta aseveración, nuestros mayores son extremadamente valiosos por infinidad de razones. Su experiencia de vida nos aportan la sabiduría que el conocimiento no tiene, su serenidad trasmite el sosiego del que la sociedad del día a día carece, la cadencia lenta y reposada posibilita un modo nuevo de entender la vida lejos de las urgencias que nos angustian. La ancianidad se convierte en una etapa que hay que empoderar ya que posee un valor irrenunciable.

Jose Chamorro

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