Cualquier época del año puede ofrecer oportunidades que asombren y sorprendan, aunque quizá el periodo estival sea un tiempo más especial ya que coincide con algunas realidades que no nos dejan indiferentes: el candor de la naturaleza, las vacaciones o esa luz clara y cálida que muestra la vida con colores más vivos. El asombro, esa capacidad genuina del ser humano, posibilita lo imprevisible, el hecho de que haya cosas que capten nuestra atención e interés. Lejos de la rigidez mental con la que nos movemos en el día a día, debido principalmente a los problemas y quebraderos de cabeza que nos absorben, durante el tiempo vacacional podemos sucumbir al descanso profundo que anhelamos, abriéndonos al mismo tiempo a la realidad completa y no sólo a la que estamos circunscritos sin desearlo. Asombrarse es bueno en tanto en cuanto nos coloca en otro lugar más fresco, no viciado, un espacio desde el que la vida parece despertar para nosotros. Lo sorprendente y hasta saludable de todo esto es que vivir una vida sin perder la capacidad para asombrarnos nos hace sentir más vivos que nunca.
Jose Chamorro